El Windows solía incluir un par de juegos básicos. Variaban según la versión, pero siempre estaban el Solitario y el Buscaminas. Algunos pensaban que el Solitario tenía el propósito de enseñar a usar el mouse. A través del juego de cartas, se podía practicar funciones básicas como el clic, el doble clic y arrastrar y soltar. Cuando la mayor parte de la gente era nueva o venía de sistemas de texto puro, era una buena idea tener una forma entretenida de habituarse a las nuevas formas.
El Buscaminas, en cambio, no es tan directamente didáctico. Mucha gente lo abría y no sabía qué hacer. Pero el concepto es simple y muy lógico. En una grilla hay una cantidad de minas[1], y se trata de descubrir dónde está cada una. Cada casillero puede contener una mina, o informar la cantidad que hay en los ocho casilleros de alrededor. El juego se resuelve con esa sola información.
La mejor manera de avanzar es encontrar claros con varios casilleros vacíos, que se van expandiendo hasta que en los bordes hay números informativos. Las minas se buscan en esas fronteras, y a medida que la combinación de casilleros permite ubicar una, se marca y se continúa alrededor. Así, de a poco se va liberando el tablero hasta que encontramos todas, o hasta que toparnos con una nos hace perder.
El Buscaminas no perdona errores. Con uno solo hay que empezar de nuevo. Con el correr de muchos juegos, aparecen patrones que uno se va aprendiendo: cuando los números están dispuestos de ciertas formas, las minas suelen estar en las mismas posiciones. Pero hay que tener cuidado: aunque uno tenga aprendidos esos dibujos, es necesario justificarlos siempre. De otro modo, se corre el riesgo de identificar mal y caer víctima de una mina inesperada para la que había suficientes pistas.
Por eso hay que pensar cada movimiento. Fijarse si podemos afirmar, definitiva y categóricamente, que cada casillero que marcamos como mina realmente tiene una, y si en cada uno donde haremos clic es imposible que haya. Para ganar al Buscaminas es necesario el pensamiento crítico.
Si uno no piensa a fondo lo que hace, pierde. Si uno confía demasiado en la experiencia, que es útil pero irrelevante para cada caso puntual, también pierde. Para ganar se necesita paciencia y lógica impecable. Si uno juega seguido ejercitará el pensamiento y lo hará cada vez más rápido y automático. El Buscaminas sirve para incorporar memoria muscular de lógica. Por eso nos mejora como personas.
Es aún más enriquecedor. No todo en la vida es razonar. El pensamiento crítico tiene límites. A veces llegamos a posiciones ambiguas, en la que toda la información disponible es insuficiente para ubicar el casillero exacto donde hay una mina. En esos casos no queda otra que apostar, jugarse.
Al jugar al Buscaminas se practica cuándo tenemos información para proceder con firmeza y cuándo cabe rendirse a la suerte. Para ganar se necesita el coraje de saber qué no sabemos. Y para llegar a él, es necesario llegar a la frontera de lo que sí. Y muchas veces eso no alcanza.
Hace diez o quince años, se decidió que el Windows estaba más allá del mouse, y en la conversión el Buscaminas quedó afuera. Actualmente, sin su ayuda, vemos una sociedad donde cunden cada vez más la irracionalidad y las teorías conspirativas.
Podríamos pensar que la ausencia del Buscaminas es parte de un plan perverso muy fácilmente atribuible al fundador de Microsoft, Bill Gates. Pero si jugamos suficiente al Buscaminas entendemos por instinto que correlación no es causalidad. Si queremos establecer causas tendremos que recopilar datos hasta que no haya lugar para dudas. Sólo ahí podremos marcar el casillero como resuelto.
[1] Más tarde hubo gente sensible que se quejó por la imagen violenta y habilitaron una opción para cambiar las minas por flores.